Las risas del mundo a la prepotencia del norte

Por Francisco Arias Fernández
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La embajadora estadounidense ante la ONU había preparado el terreno días antes de la llegada tardía y risible de Donald Trump al estrado que centra la atención planetaria esta semana con la presencia de mandatarios y cancilleres de los 193 países que asisten a la sesión 73 de la Asamblea General.
Nikki Haley, al adelantar la agenda del magnate, afirmó que su Presidente estaba ansioso de hablar sobre sus “éxitos de política exterior”  en el último año, pero Trump fue mucho más allá al  autoelogiarse cuando se tomó en serio la afirmación de que “En menos de dos años, mi Gobierno ha conseguido más que casi cualquier otro gobierno en la Historia de Estados Unidos”. La mentira era tan increíble que una explosión de risas en ráfagas, con gestos de burlas y vergüenza no escaparon a las cámaras que paneaban el plenario. Un reportero español escribió: “No es que la Asamblea se riera con Trump. Es que se rio de él”.
Las segundas partes nunca fueron buenas, pero la de Trump ante la Asamblea General está entre las peores. Analistas internacionales coinciden en que el discurso no trajo nada nuevo. La burla no fue solo por el desprecio al multilateralismo y la defensa del nacionalismo extremo que denominó soberanía de EE.UU., sino por las amenazas a Irán y Venezuela; por su decisión de mantener su guerra comercial con China, por tratar de hacer que los demás países de la OTAN (a la que no nombró directamente) gasten más en defensa, de que los otros socios de la ONU pongan más recursos en la organización, y no colaborará con otros Gobiernos en materia de inmigración. Su discurso se resume en una frase: “Rechazamos el globalismo. Adoptamos el patriotismo”. No asomó posibilidad alguna de políticas de cooperación con el resto del mundo.
El gobierno que manipula al mundo con los precios del petróleo e invade en todas direcciones para apoderarse de los recursos energéticos de las naciones en desarrollo, acusó a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de robarle ese recurso a EE.UU. y al resto del mundo. Presidentes y altos funcionarios volvieron a estallar en risas irónicas en rechazo al intento de tomadura de pelo global del magnate.
El diario El País de España al reseñar el discurso afirmó: A Donald Trump le gustan los tratos comerciales, cara a cara, como los que hacía en Queens para comprar solares o vender pisos. Así es como está organizando las nuevas relaciones internacionales. Los organismos e instituciones multilaterales le molestan. No le sirven las reglas de juego que protegen a los débiles porque prefiere imponer las reglas que le convienen para cada ocasión”.
Ese periódico madrileño concluye que “De atender al secretario general de la ONU, António Guterres, lo mejor que podría hacer Trump es mantenerse al margen. Los tres temas que más preocupan a los países miembros y a la organización son las migraciones, la igualdad de género y el cambio climático. Trump es un enemigo declarado de los inmigrantes, favorece la desigualdad y el acoso y no cree en el cambio climático. Pero le interesa, eso sí, la gran feria mundial del poder que reúne a más de un centenar de jefes de Estado y de Gobierno durante una semana, un lugar excelente para sus tratos entre negociantes”.
Recuerda la publicación que Trump se presenta ante el mundo después de haber liquidado el programa nuclear iraní, trasladado la Embajada de EE.UU. en Israel a Jerusalén, eliminado los fondos para Palestina, anulado la participación de su país en la Unesco y el Consejo de Derechos Humanos, reducido la contribución a las fuerzas de mantenimiento de la paz y desatado varias guerras comerciales, especialmente con China. Un balance tremendo después de que el pasado curso ya liquidara el acuerdo del clima de París y los tratados comerciales con Europa y el área del Pacífico.
Trump volvió a poner en claro que solo le importa Estados Unidos o quizás -como dicen algunos- las elecciones del próximo 6 de noviembre.
Si algo ha conseguido Trump en menos de dos años más que casi cualquier otro gobierno en la Historia de Estados Unidos o del mundo, es haberle escuchado en la tribuna de la Asamblea General las palabras más impertinentes, acompañadas de tantos improperios y amenazas.

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