No es nuevo que se ataque al béisbol cubano y tampoco sorprende que la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe (CBPC) haya decidido impedir la presencia de la Mayor de las Antillas en la próxima Serie del Caribe, con sede en Puerto Rico, aludiendo a supuestas dificultades con el tiempo disponible para tramitar los visados estadounidenses, necesarios para viajar a esa nación.
La Serie del Caribe, que se inició en La Habana en 1949, y la CBPC, que nace también en 1948 en la misma ciudad, son el fruto del prestigio y de la idea del béisbol cubano, como lo han documentado en profusos estudios los investigadores Félix Julio Alfonso, Oscar Fernández y Tony Pérez.
Pero ese certamen y su estructura organizativa están bajo el manto del béisbol estadounidense, o lo que es lo mismo, las decisiones del béisbol del Caribe se hayan supeditadas al amo imperial que odia a Cuba y a su pelota, porque la sabe rasgo de identidad e indiscutible signo de nuestra nacionalidad.
En 2018, en Guadalajara, Cuba expresó su voluntad de organizar el torneo de 2020, y allí el presidente de la cbpc, José Francisco Puello, le dijo a Granma: «Mi sueño es tener la Serie en Cuba, en el Latinoamericano. Sería un espectáculo que no quiero perderme. No quisiera dejar esta responsabilidad sin materializar ese deseo». El pasado año, en Panamá, le volvió a revelar a este rotativo las aspiraciones de sus musas, pero recordando que no existe aún una licencia que permita una relación contractual con Cuba, y hasta invocó su fe religiosa. «Dios quiera que se resuelva y antes de que yo salga de aquí se pueda dar, que se haga realidad el sueño».
Y de repente no sueña más, porque el diablo se lo prohíbe, y ahora ni siquiera abre una posibilidad de que Cuba asista a Puerto Rico. «La cbpc sencillamente cede a las presiones arbitrarias del Gobierno de Estados Unidos y se suma a otras acciones engañosas de su Comisionado, quien también ha obstaculizado la membresía plena de Cuba en esta organización genuinamente caribeña», afirma, con todo derecho, la Federación Cubana de Béisbol.
Sacar a Cuba, alma fundadora y albacea de la calidad beisbolera de la región y de su torneo, de la Serie del Caribe tampoco es nuevo. En 1960, después de que el equipo Cienfuegos ganara ese año en Panamá, comenzaron las presiones del Comisionado de Grandes Ligas para excluirla, impidiendo que los profesionales de ee. uu. vinieran a jugar el certamen de 1961, que se realizaría en La Habana, lo cual incluía a los que jugaban en Venezuela, Puerto Rico y Panamá.
Alfonso, Fernández y Pérez citan en sus pesquisas declaraciones de federativos de aquel momento al periódico Hoy, del 13 de octubre de 1960: «Celebrar la Serie del Caribe fuera de Cuba, y sin la presencia de Cuba, sería darle un golpe mortal a la Confederación del Caribe».
La posición de la liga cubana fue ratificar la celebración de la lid en Cuba, con el apoyo de la Dirección General de Deportes, de su director Felipe Guerra Matos, y con el apoyo de la Revolución conducida por Fidel Castro Ruz. Se garantizarían el éxito económico, es decir, llenar los estadios; el deportivo, al convocar a sus mejores jugadores, y la seguridad de todos los que vinieran. Sin embargo, el 3 de enero de 1961, el Gobierno de Estados Unidos rompe relaciones con Cuba, y seis días después se celebra, en Miami, la Serie del Caribe, sin la Mayor de las Antillas. El resultado fue que hasta 1970 no hubo más Series del Caribe.
Cuba exigió, mediante sus autoridades beisboleras, que la CBPC realice las diligencias necesarias que garanticen la participación de su delegación. Pero no pierde el sueño con la nueva agresión, que discrimina por demás, al prestigioso movimiento deportivo nacional y a su béisbol, que hoy tiene sus estadios repletos de cubanos, cuyos corazones vibran y vencen con Camagüey, Industriales, Las Tunas y Matanzas.